"mientras sigo a la gente que me interesa, porque la única gente que me interesa es la que está loca, la gente que está loca por vivir, loca por hablar, loca por salvarse, con ganas de todo al mismo tiempo, la gente que nunca bosteza ni habla de lugares comunes, sino que arde, arde... "
Jack Kerouac.

domingo, 29 de noviembre de 2009

Irrevocable

-Creamos nuestros propios dioses- dijo ella con su habitual lógica.
-Creemos nuestros propios dioses- respondió él, alejándose.

Así fue como, con un río que cruzaba la habitación en que se encontraban, comenzó su obsesión. Sabía que tendría que cruzarlo, es más, quería hacerlo. Lo sabía como una madre reconoce el hijo que, por el azar o la vida (si no son sinónimos), fue separado de ella tiempo atrás. No estaba particularmente orgulloso de su decisión.

Debía aprender a nadar, el río no se iba a cruzar solo. Era un río verdoso, un tanto estrecho. Sin embargo, él intuía, acertadamente (erróneamente?), que era miles de veces más ancho de lo que aparentaba.

Era consciente de su decisión de poner el río ahí mismo. En su habitación. El olor a río fue mucho más placentero de lo que se le había advertido, y, a decir verdad, el río quedaba espléndido. Surcando su habitación, impregnándole un color tropical a su pieza un tanto grisácea. Luego se acordaba de la decisión, de por qué poner el río ahí, de su cara mirándose al espejo. Y la alegría se iba; empujada por la nada, que se apoderaba de él, y, más doloroso aún, de su memoria. Odiaba eso. Lo sufría más que todas las otras cosas. Los abrazos, los llamados, y la compañía que, de este lado del río no tenía. Pero la memoria… ése, era su punto débil. No podía entender cómo tantos recuerdos que alguna vez fueron hechos reales, fueran catalogados en su mente bajo el rótulo “sueños?”. Con bordes borrosos y todo. Tan sólo eso? Y tantos otros recuerdos inventados, robados, o creídos en base a ver una foto o contar una anécdota. Así todo se iba cruzando, fusionando. Recuerdos-sueños-inventos, todo lo mismo, hechos de melaza de lágrimas, de filamentos de sonrisas colgando por los costados. Una receta de figuras de barro corriendo por un campo mojado.

Aún así, estaba dispuesto a nadar hasta donde pudiera, patalear y ahogarse. Se preparó, aprendió a aprender, pero los días pasaron, y no puedo aprender a nadar. Miraba el río de cerca, sentado en su cama, con la nostalgia cortando caminos, ela boca seca. No se animaba a tirarse para ver si había aprendido; lo malo de ser un teórico, che.
Broken veins, and my mind is still across the river.

-No más-dijo, lanzándose al agua.

Nadó, pataleó. Cada brazada era una lucha, una guerra de agua dulce que se metía adentro suyo, como ella. Los músculos ya cansados pero inquebrantables, siguieron moviéndose. Cada tendón inflamado esperaba para dejarse caer bajo el sol junto a ella, pero el agua todavía estaba allí entre ellos, más rígida que nunca. Entre medio de tanto inhalar y exhalar, y tragar agua, el sueño volvió a hervir adentro suyo. Él en su cama, casi inconsciente, ella con sus lentes nuevos, ignorándolo, y las pastillas en la palma de su mano abierta. Incomprensiblemente, necesitó más que nunca llegar al otro lado, y siguió nadando, más vacío por dentro. Los movimientos se repetían, cada vez más lentamente, como si el agua del río se hubiera tornado más espesa, más tibia. Al fin la orilla, la sensación del fondo barroso rozando dedos del pie, acariciando la planta de su pie. Nadó, llegó, y la nada lo esperaba.

Ella ya no estaba allí, nunca había estado; después de todo el río, solamente había arena, y más agua. Desde el fondo del río que atravesaba su habitación se escuchó una risa sarcástica, o tal vez un llanto.
11/09

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